Autobiografía Una travesía de sentido entre la experiencia, la pasión y la transformación

 Nací en Caracas en 1994, en una Venezuela. Mi infancia fue feliz, marcada por juegos, afectos y una espiritualidad que desde temprano me enseñó que la vida no es solo lo que pasa, sino lo que nos pasa. Lo que nos toca, nos transforma, nos deja huella, nos cambia.

La pérdida de mis dos hermanos marcó mi existencia. No fue solo un hecho, fue una experiencia: algo que me aconteció, que me derribó, que me transformó. De allí surgió mi enfermedad de Hashimoto, pero también una confirmación de mi vocación por acompañar el dolor ajeno, por comprender el sufrimiento como posibilidad de sentido.

Migré, como tantos otros, buscando no solo seguridad, sino también una nueva oportunidad de ser. La migración no fue solo un cambio geográfico, fue una travesía interior, una exposición radical a lo desconocido, al riesgo, al aprendizaje. En ese tránsito, me seguí formando tratamiento de adicciones; sin embargo, debido a la sobrecarga de trabajo y el ritmo de vida comencé a tener todos los síntomas del famoso Burnout. Esta experiencia también fue algo que me marcó, pero me dio la oportunidad de enfrentarme al cambio, la incertidumbre, conocer mi vulnerabilidad y a vivir cada experiencia como una oportunidad de crecimiento.

Soy graduado en Terapia Psicosocial por el Colegio Universitario Padre Isaías Ojeada de Hogares Crea de Venezuela, en Trabajo Social por la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas, estoy finalizando mi postgrado como experto en Proyectos de Desarrollo de la Universidad Oberta de Catalunya España, curso una especialización en Orientación Familiar de la Universidad Nacional Experimental del Táchira y me he aventurado a la maestría en Asesoramiento y Desarrollo Humano de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.

Más allá de los títulos, lo que me ha formado ha sido la experiencia, el contacto con personas en situación de calle, con comunidades vulnerables, con hermanos religiosos, con madres en riesgo, con jóvenes perdidos y reencontrados, con pueblos originarios, con experiencias y cuentos. 

He trabajado en docencia, en coordinación de bienestar social, en proyectos humanitarios, en centros de tratamiento. Cada encuentro ha sido una ocasión de sentido, una posibilidad de transformación. No, he sido solo un agente, sino también un paciente, alguien que se deja afectar, que se deja interpelar, que se deja transformar que vive la experiencia y desde ella se alimenta para crecer. 

Hoy trabajo en el área de proyectos, espero el nacimiento de mi primer hijo en noviembre. Vivo con mi novia y mis padres, en una espera que es también pasión, vulnerabilidad, apertura. He pospuesto mi matrimonio por el embarazo de alto riesgo, pero no he pospuesto mi deseo de vivir con sentido.

La espiritualidad y el apostolado siguen siendo pilares de mi vida. No como dogmas, sino como formas de estar en el mundo con apertura, con receptividad, con amor. Porque como dice Larrosa, la experiencia no es lo que hacemos, sino lo que nos pasa. Y yo soy, ante todo, un sujeto de experiencia, alguien que se expone, que se deja tocar, que se transforma y crece.

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